Reseña: Pu Yi. Yo fui el último emperador de China, Pu Yi

 

Puyi. Yo fui el último emperador de China


Título: Pu Yi. Yo fui el último emperador de China

Autora: Puy Yi

Traducción: Richard Schirach, Lehner, Ruíz

Editorial: Círculo de lectores 

ISBN: 978-84-226-2523-7

Año de publicación: 1973

Páginas: 503

Género: Biografía, Histórica, Literatura china

Libro único

 

Sinopsis

 

La vida de Pu YI fue un perpetuo punto cero de la personalidad. Constreñida por sucesivos, antagónicos y todopoderosos moldes educativos fue un singular paradigma de individualidad anonadada. En ella se basa el film El último emperador, de Bernardo Bertolucci.

 

Mi opinión:

 

Estamos ante una autobiografía del que fue el último emperador de China, miembro de la dinastía Manchú: Puyi. Esta persona fue nombrada emperador a la tierna edad de dos años, no era un descendiente directo del anterior emperador (quien murió) sino que la conocida emperatriz CiXi lo nombró personalmente.

Desde los dos años creció encerrado en la Ciudad Prohibida, un complejo palaciego que había sido sede del emperador durante siglos. Sin poder salir de allí ni estar en contacto con otros niños, Puyi creció rodeado de sirvientes y eunucos que lo malcriaban y le aseguraban que era su derecho gobernar el país y que los demás cumpliesen todos sus deseos. También tenía derecho a castigarles como considerase.

En su adolescencia recibió clases de un británico especialista en la cultura china y fue entonces cuando creció su interés por la cultura occidental. Su posición como emperador decayó enseguida tras los turbulentos cambios de gobierno. Finalmente tuvo que salir casi en huida de la Ciudad Prohibida, acompañado de sus dos esposas, y se dejó convencer por los japoneses para unirse a ellos. De esa forma acabó convertido en emperador del recién creado estado de Manchukuo, la Manchuria conquistada por Japón, y ayudó a afianzar así las ansias conquistadoras de la nación nipona.

Tras la derrota japonesa, Puyi y su familia fueron apresados por los comunistas y cumplió condena por sus crímenes a la vez que recibía una reeducación que cambió su forma de ver la vida.

Todo esto se cuenta con detalle y una buena narración desde la primera persona del protagonista, mostrando cómo de importante es la educación que reciben las personas en la infancia y todo el trasiego por el que pasó China durante la primera mitad del siglo XX.

 


Hace un tiempo me encontré con un par de series históricas ambientadas en China y ahí empezó a crecer mi interés por conocer más sobre este país.

China es el gigante asiático y es muy normal que despierte una gran curiosidad para los occidentales. La antigüedad y genialidad de su civilización es apabullante y cuanto más sé, más me interesa.

Si bien los comienzos del siglo XX son muy convulsos para este país no son los que más me interesan, aunque obviamente están muy bien documentados. No obstante, cuando busqué información sobre las diferentes dinastías de emperadores descubrí que el último emperador chino había escrito su propia autobiografía, en la cual se relata el final de la dinastía Manchú. Por supuesto, esto me llamó la atención y cuando me encontré con el libro en una librería de segunda mano me hice con él.


[Extracto del libro]

Hasta que tuve siete u ocho años los arrebatos de ira o mal humor me eran “curados” de la siguiente manera: el alto eunuco Dschang Dschien Ho o su ayudante establecen el diagnóstico: “El Señor de los Diez Mil Años tiene fuego en su corazón, ¡Haremos que al desgañitarse salga el fuego!” Me encerraban en una pequeña habitación, que la mayor parte de las veces era una pequeña cámara del Palacio de la Felicidad Virtuosa. Me dejaban allá y podía gritar y alborotar cuánto quisiera, pedir auxilio o golpear la puerta; nadie se preocupaba de mí. Tan solo cuando me había deshecho en llanto o según su manera habitual de hablar me habían "desgañitado", y había “salido el fuego”, me ponían de nuevo en libertad hay que decir que esa terapia no provenía de la arbitrariedad de los eunucos generales o de una ocurrencia de la emperatriz viuda Lung Yu. Cabía calificarla más bien de una honrosa tradición de la familia imperial y también mis hermanos y hermanos que habían permanecido en el Palacio de mi padre era un objeto del mismo trato.


Empecé esta lectura con muchas ganas de aprender y sin saber qué esperarme. No sabía demasiado sobre esta época y me sirvió como un buen marco, creo que fue una buena forma de empezar a empaparme de esta cultura y de su historia.

Pu Yi consigue escribir una historia interesante pese a que en ella hay muchos nombres que vienen y van. Gran parte de su vida la vivió aislado, así que su punto de vista no es el más amplio, pero ofrece una gran originalidad. Con dos añitos se convirtió en emperador, lo alejaron de su madre y lo encerraron en el complejo conocido como la Ciudad Prohibida.




[Extracto del libro]

Crecí en el regazo de Wang Momo; me dio el pecho hasta que cumplí los nueve años y me sentía atado a ella como un niño pequeño al que no es posible separar de la madre.

Cuando cumplí los nueve años, Wang Momo fue alejada de mí por orden de las esposas imperiales. ¡Con cuánto placer hubiera cambiado las cuatro “esclarecidas madres” por mi Momo! Pero por mucho que alboroté y lloré, no me la devolvieron. Hoy día aparece muy claro para mí que nunca he tenido a mi lado, a lo largo de mi vida, persona tan dulce y solícita como mi Wang Momo. Pero también debo reconocer que cuantos sentimientos humanos llegó a inculcarme, fueron aventados tan pronto se hubo alejado de mí, por la influencia corrupta de lo que me rodeaba.


Durante toda la lectura no pude dejar de tener en cuenta cómo su forma de criarse, sin amor, con todos los caprichos cumplidos y además, como si viviera en otra época, afectó a su carácter. No me resulta un apersona antipática en la narración, se explica muy bien incluso, pero cuando nos traslada algunos de sus diálogos o cosas que pensaba en algunas situaciones vemos que no fue la persona más amable del mundo. Esta forma de ser tiene mucho que ver con su infancia, con el poder que le otorgan sobre sus sirvientes y también por la falta de una figura que le diese afecto.

Pu Yi escribió la obra tras pasar por un centro penitenciario para pagar sus crímenes pero en el que también fue reeducado en el comunismo. Por lo tanto, en toda la novela nos va mostrando ese cambio de perspectiva, pero es bastante sincero con el lector sobre lo que decía o lo que pensaba. No debió de ser fácil pasar por todo ese cambio y luego plasmarlo en una autobiografía.

La lectura es amena, el rasgo personal y humano que le aporta el escritor hace que sea interesante aunque nos perdamos un poco en todos esos movimientos políticos y sociales. Bajo mi perspectiva es una lectura sumamente provechosa y accesible para cualquiera. Al principio no estaba segura de qué podía esperarme pero para mí es una muy buena lectura para recomendar, sobre todo si queréis saber más de historia China.


Pu Yi, último emperador de China

En cuanto a la película de Bertolucci, debo decir que me gustó pero que no plasman la verdadera personalidad de Pu Yi, más bien cercana al ser asustadizo, despótico y por momentos patético, sino que presentan a un emperador bastante seguro de sí mismo, reflexivo y con un carácter más sereno que el del personaje real. No obstante, fue grabada en la Ciudad Prohibida, que por aquella época no estaba restaurada y tiene muchos elementos que hacen que sea un buen entretenimiento así que a pesar de esa diferencia merece la pena.

 

Este es un libro con una gran riqueza histórica y humana, que nos muestra cómo afecta nuestra crianza a nuestro futuro carácter. Por supuesto, el último emperador nos habla de su vida en una decadente Ciudad Prohibida, su aislamiento, las obligaciones que caían sobre él, como casarse a una temprana edad y su posterior derrocamiento. Un hombre que cuenta cómo cambia su manera de pensar pero que no esconde su pasado lleno de actos egoístas.

Me pareció todo un descubrimiento y una lectura muchísimo más interesante de lo que había llegado a imaginarme.

 

Muy recomendable